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martes, 25 de noviembre de 2008

Universidad: ¿gratuita y solidaria?

(Diario El País de Uruguay - 24/11/08)

JUAN JOSÉ BARRIOS | COLUMNISTA INVITADO

Durante las últimas semanas el debate sobre distintos aspectos de la educación superior ha estado en el ojo de la tormenta. Relevantes actores como el Rector de la Universidad de la República (Udelar), Rodrigo Arocena, el Rector de la Universidad ORT, Jorge Grunberg, Ministros de Estado y otros actores, han emitido opiniones muchas veces encontradas acerca de esta Institución de tanta relevancia social. En particular, se ha puesto énfasis en aspectos tales como la gratuidad de la enseñanza superior y la solidaridad generacional que debería existir en lo que tiene que ver con su financiamiento. Un poco de reflexión sobre temas tan importantes es de orden.

GRATUIDAD. Este es uno de los asuntos que siempre está presente en las discusiones acerca de la enseñanza superior. Creo esencial especificar un poco más los términos de referencia. Me pregunto: ¿es bueno seguir discutiendo la enseñanza universitaria en términos de "gratuidad" en contraposición al "pago de matrícula"?

Todos sabemos que la enseñanza no es gratis. El presupuesto asignado a la enseñanza pública en su conjunto se ubica en el orden del 4,5% del Producto Interno Bruto. Monedas más o menos, algo así como 1.000 millones de dólares, o el equivalente a US$ 333 dólares anuales que debemos aportar cada uno de los uruguayos. Una parte de esos 333 dólares anuales cubre el presupuesto universitario. Lo pagamos los estudiantes, los profesores, los egresados y todos aquéllos que ni siquiera pensaron algún día pasar por alguna facultad. Si discutimos sobre la base de la idea de que la enseñanza es gratis, tendemos a ignorar la realidad y por lo tanto podemos tomar decisiones que no la contemplen. En otras palabras, lo primero que debemos eliminar de estas discusiones es la palabra gratis y reemplazarla por preguntas a mi juicio, más relevantes como por ejemplo, ¿cómo repartimos entre los uruguayos la inversión en educación?

Por lo tanto, un debate más sincero y útil sería el discutir quién paga los costos de nuestra máxima casa de estudios. El párrafo anterior muestra claramente que el sistema actual hace que todos los uruguayos seamos los que, a través de impuestos, sustentemos la enseñanza pública del Uruguay de hoy. Esta manera de sostenerla ha creado incentivos que perjudican la calidad de la misma. ¿Por qué? Pues porque los que pagamos por ella no tenemos la capacidad real de hacer sentir nuestras opiniones.

Todos los ciudadanos hacen posible que la Universidad exista pero tienen escasa o nula participación en la toma de decisiones. El conjunto de actores que gobierna esta casa de estudios constituye una parte minoritaria de los que pagan por sus servicios y claramente sus intereses no tienen porqué coincidir con la de la totalidad de los ciudadanía.

¿Es deseable la situación anterior? La decisión de que la matrícula universitaria sea pagada por el conjunto de la sociedad o por una parte de ella es muy importante. Creo que el debate se ha alejado de criterios técnicos y se ha centrado en posiciones ideológicas y de poder y sobre la base de la creencia en la gratuidad de la educación. Todos estos factores han oscurecido la saludable discusión y nos ha alejado de posiciones de consenso.

SOLIDARIDAD. En estas circunstancias se han esbozado algunas tesis que confirman mis afirmaciones anteriores. Se argumenta que se puede considerar un aporte privado (es decir, identificable) al presupuesto universitario pero que éste debe recaer en los egresados universitarios, en parte como un gesto de solidaridad hacia los servicios recibidos durante los años de estudio. Otros argumentos que se mencionan para no cobrar matrícula a los estudiantes actuales son: a) la mayoría de ellos necesita trabajar por lo que cobrarles matrícula sería injusto, b) el 21% de los estudiantes está desempleado, c) existen dificultades importantes para identificar quién debería pagar, como por ejemplo: ¿deberían hacerlo los hijos menores?, ¿deberían hacerlo los padres?, cuando un hijo no trabaja, ¿quien paga? Todos estos motivos harían imposible cobrar a los estudiantes/padres actuales. Además, si se procede en esa dirección inevitablemente la matrícula universitaria caerá lo que resultaría catastrófico para los intereses del Uruguay que lo alejaría de países como Irlanda y Nueva Zelandia que tienen una matrícula muy superior a la uruguaya.

Esta última afirmación sorprende. En primer lugar, tanto en Irlanda como en Nueva Zelandia la educación superior no es gratuita en el sentido que le damos los uruguayos.

En Irlanda el gobierno subsidia a aquellos estudiantes que cumplan determinados requisitos académicos pero de todas maneras deben pagar una matrícula que ronda en los 800 euros en casi todos los cursos, monto que cubre los costos de los servicios que el estudiante recibe de la Universidad, excepto la educación. La "Free Fees Initiative" identifica requisitos para acceder a una beca completa, lo cual implica que quienes no cumplan dichos requisitos, deban pagar sus estudios de alguna otra forma.

En segundo lugar, implícitamente se supone que si los egresados pagan los gastos universitarios de los estudiantes actuales, ello no repercutirá en la decisión del futuro egresado acerca de seguir o no estudios universitarios. ¿Es posible pensar que un individuo de 18 años se sienta incentivado a estudiar si se le anuncia que sus ingresos futuros estarán gravados por un impuesto solidario para financiar los estudios de personas posiblemente desconocidas? Esta posición seguramente creará incentivos para enrolarse en "las ocho horas" en lugar de invertir en una actividad a la cual le han reducido su rentabilidad.

Por otra parte, ¿cuál es la probabilidad de que padres paguen el estudio de sus hijos comparada con la probabilidad de que esos mismos padres paguen los estudios de los hijos de otros padres? La idea de gravar con impuestos a los egresados no solamente reconoce que la Universidad no es gratis sino que en su intento de conciliar los intereses actuales de los co-gobernadores, busca encontrar recursos en aquéllos que no están organizados para protestar: los futuros estudiantes/egresados. Todo (y nada más que) un juego de poder, parece ser.

DIFICULTADES PRÁCTICAS. Los argumentos acerca de las dificultades prácticas mencionadas antes también resultan de difícil comprensión. Se dice que el 76% de los estudiantes universitarios necesita trabajar: ¿cómo se mide dicha necesidad? ¿cuál es la composición de dicho 76%? Es sabido que los estudiantes universitarios superan largamente los seis años para completar sus carreras: una persona de 26/27 años seguramente todavía no se haya recibido (especialmente si consideramos carreras como Medicina y Química). Muy posiblemente muchos estudiantes sean casados por lo que la necesidad de trabajar es obvia y está más allá de su situación económica. Lo mismo puede decirse del 21% de desocupados: ¡es normal que un estudiante de 18 años esté desocupado! Estos argumentos son por lo menos, no transparentes, y promueven más preguntas que respuestas.

Finalmente, se sostiene que cobrarles a los egresados es más fácil porque están perfectamente identificados en el nuevo sistema tributario nacional. Este argumento es sencillamente incomprensible: ¿no lo están acaso también los actuales estudiantes y sus padres?, ¿no se sabe si tienen ingresos suficientes como para financiar los estudios universitarios? La valiosa información que surge de nuestro actual sistema impositivo justamente posibilita una discriminación tributaria sobre aquellas personas que desean acceder a la Universidad pero no tendrían fondos suficientes como para poder hacerlo.

En resumen, un debate más honesto debería plantearse en torno a los beneficios y perjuicios de un sistema de financiamiento público y un financiamiento de otro tipo. Mientras la discusión siga evolucionando solamente alrededor de las cuotas de poder dentro de la enseñanza y las miras no se ubiquen seriamente en todos los uruguayos, importantes y muy respetables actores simplemente estarán a la deriva en sus notorios esfuerzos para mejorar la calidad de nuestra enseñanza. La enseñanza no es gratis y la matrícula ya se cobra: racionalicemos a quien se la cobramos y creemos mecanismos eficientes y eficaces de control e información social. Recién entonces estaremos construyendo sólidos cimientos en materia educativa.

viernes, 10 de octubre de 2008

los tontos útiles

Los Tontos Útiles, esos que sueñan con la repartición de las riquezas, ignorando que: "los que reparten y reparten se quedan con la mayor parte". Esos paranoicos que se consideran paladines de la Justicia Social y que se imaginan a sí mismo como Quijotes, atacando a los Molinos corporativos que esclavizan a los pobres y a las minorías.

Esos Tontos Útiles sueñan que todos somos iguales, pero ignoran el simple hecho de que aún que somos iguales ante Dios, no lo somos ante los hombres, porque cada uno de nosotros somos un universo individual y diferente.

Esos Tontos Útiles ignoran que poseemos diferentes culturas, diferentes gustos, diferentes intereses y prioridades. Pero sobre todo, que poseemos diferentes capacidades, mayores o menores grados de ambiciones, y sobre todo, una desproporcionada cantidad de ese misterioso factor llamado suerte, lo cual hace que unos tengan más que otros y para cambiar eso, es decir, para adaptar al hombre al Socialismo, habría que cambiar por completo la naturaleza humana.

John Pérez-Sampedro

El término "tontos útiles" lo uso por primera vez Lenin, refiriéndose a los estadounidenses que se mudaron a la Unión Soviética tras el éxito de la Revolución Bolchevique. Sirvieron como fanáticos agentes de propaganda del sistema, ya dentro de la URSS como ejemplo del fracaso capitalista o fuera de la URSS "contando" (nótense las comillas) lo bien que se vivía allá. Un ejemplo moderno muy a mano lo tenemos en todos esos intelectuales latinoamericanos al estilo de Eduardo Galeano, que se van a Cuba en tour con todos los gastos pagos por el gobierno y vuelven cotnando como en Cuba todo es gratis y la gente es feliz. O (supuestamente) pasan una temporada con los guerrilleros de las FARC o del EZLN y salen por ahí diciendo que los guerrilleros son buena gente, que no lastiman a nadie, que no tienen rehenes y cada quien es libre de irse cuando quiera, pintando algo más parecido a Woodstock (sexo, drogas, chamanes y Silvio Rodriguez) que a un campamento militar.

El líder comunista italiano Antonio Gramsci, tras su visita a la URSS y su fracaso estrepitoso en los intentos de formar una partido comunista italiano fuerte, fue metido en prisión por Mussolini y ahí tuvo bastante tiempo para meditar sobre sus metidas de pata.

Llegó a la conclusión de que el sistema de revolución "desde abajo" planteado por el primer comunismo, no tenía futuro, porque los valores fundamentales de la sociedad rechazaban de plano las políticas comunistas. Como ejemplo está el intento de golpe de Estado en Alemania, en el que los comunistas fueron reducidos por los propios sindicatos. Los valores cristianos que guiaban a la sociedad estaban enfrentados con los valores comunistas. Por eso, para cambiar la sociedad, primero debían cambiar los valores.

Haciendo la historia corta, sus ideas tuvieron buena acogida y la Internacional Comunista empezó a funcionar como centro multimedia, produciendo revistas, libros, programas de radio y películas. La Universidad de Frankfurt fue el primer centro académico de difusión de estas ideas, ya que contaba con un núcleo de intelectuales comunistas en el Instituto de Investigación Social. De ahí salieron varios intelectuales que fueron a parar en la Universidad de Columbia de Estados Unidos después de la Segunda Guerra.

En la Universidad de Columbia se comenzaron a elaborar las teorías críticas al respecto de la cultura occidental capitalista, que se unieron al auge del Keynesianismo en la economía, y terminaron dando como producto la actual ideología "progre" occidental. Dicha ideología es una mezcla de viejas ideas comunistas, con el estatismo de Franklin D. Roosevelt, la corriente keynesianista de la economía y regurgitaciones del mito del buen salvaje de Rousseau.

Con eso definitivamente comenzó la revolución "desde arriba". Al convencer a los intelectuales de las virtudes de las teorías socialistas, él mismo actúa como difusor. El intelectual típico solamente repite ideas de segundas o de terceras oídas, no se detiene a analizar el asunto. El socialismo se presta muy bien a esa actitud porque los efectos negativos de sus ideas casi siempre son secundarios. Es la miopía intelectual que denuncia Henry Hazlitt en "La Economía En Una Lección".

Por otro lado, por la apelación a las emociones por sobre la razón resulta más fácil convencer a personas que no tienen el tiempo o la voluntad para seguir un largo razonamiento y un análisis profundo. Además la reacción es autocatalítica, porque al aumentar la cantidad de intelectuales socialistas, otros intelectuales y el pública caen en la falacia de "argumentum ad verecundiam" (apelación al referente) y en el "argumentum ex populo" (apelación al número) Con los defectos añadidos de que tales intelectuales no son realmente referentes ni son tantos. La mayoría de los intelectuales socialistas son escritores, médicos, arquitectos, sicólogos y otros profesionales que no tienen ni siquiera nociones de filosofía, economía o política. Además tienen mucha visibilidad porque los medios saben que el público es emocional y le da material emotivo, lo que hace más visible a un poeta socialista reclamando un seguro de desempleo para ayudar a los hambrientos que a un árido economista conservador desarrollando sus argumentos para probar que tal idea es absurda.

El capitalismo, que apostaba tozudamente a los valores cristianos, a las libertades individuales y por sobre todo al cambio social desde cada individuo y desde abajo, fue tomado por sorpresa. En menos de 100 años el largo camino recorrido desde el Renacimiento fue desandado a saltos.

Nadie sabe realmente qué nos espera ahora. Por mi parte siento miedo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

cuando se vacían los bancos

El problema de la reserva fraccional

¿Cómo ocurre una corrida financiera?

Hay muchas personas que se oponen firmemente a que los bancos presten el dinero de sus acreedores, diciendo que ese dinero no les pertenece. Para ellos el banco debería prestar solamente el dinero del banco. El problema de esa óptica es que entonces el banquero no tendría ningún interés en pagarle interés a los depositarios. ¿Para qué le servirían esas cuentas? Aún más, el cliente debería pagarle siempre una tarifa por la molestia del almacenaje y movimiento de su dinero. ¿Acaso usted esperaría recibir dinero por tener mercadería en el depósito de alguien más? No, lo sensato sería pagarle alquiler a esa persona.

El problema es la confusión entre una simple cuenta corriente y un depósito a plazo fijo.

Una cuenta corriente es un contrato de alquiler con el banco. El cliente le paga al banco una suma previamente estipulada a cambio de que el banco se encargue de cuidar su dinero mientras el cliente no lo necesite y de moverlo de un lugar a otro cuando el cliente así lo ordene. Teóricamente es lo mismo que alquilar espacio en un gran depósito de una empresa de logística. La empresa de logística recibe tu mercadería, la cuida, y eventualmente la lleva donde le indiques. Las empresas de logística cobran una tarifa por metro cúbico que tengas almacenado y por cada vez que necesiten usar personal, montacargas o camión para mover tu mercadería.

Un depósito a plazo fijo es un contrato por el cual la persona le presta dinero al banco por un determinado tiempo, a cambio del pago de intereses. Un paralelismo no muy bueno podría ser la entrega de mercadería en consignación. Si usted se dedica a hacer tejidos de lana, podría dejar quizás una docena en una tienda por dos meses, para que intenten venderlos. A los dos meses usted va y (si se vendieron) cobra el precio acordado (costo + margen de ganancia). Si no se vendieron se lleva los abrigos sin haber ganado nada. En el depósito a plazo es diferente porque el banco se compromete a pagarle un interés, ya sea que haya podido prestar y cobrar ese dinero o no. De todas formas, en el caso ideal, cuando usted deposita dinero en el banco, al día siguiente ya otra persona se lleva su dinero. Usted le presta el dinero al banco y el banco se lo presta a alguien más, cobrando un margen que es la diferencia entre las tasas de interés del préstamo y del depósito. Al depositario le sirve porque actuar personalmente como prestamista podría ser muy complicado. Verificar las garantías y la solidez del plan de negocios del solicitante es difícil. Cobrar el préstamo después puede ser aún más difícil. El banco hace todo eso por usted, con la ventaja añadida de que es MUY seguro que le cobre. Hágase a la idea de que el dinero no va a quedar dentro del banco.

¿Qué es una caja de ahorro? Un depósito a 24 horas que se renueva automáticamente. Básicamente eso.

¿Entonces cuál es el problema de la reserva fraccionaria? El problema es que la ley permite (de hecho estimula) a los bancos a prestar dinero de las cuentas corrientes. Según el país, el banco está obligado a tener reservas por entre el 2% y el 17% del total de dinero que sus clientes han depositado. Eso incluye depósitos a plazo fijo, cajas de ahorro y cuentas corrientes. Los banqueros saben qué volumen aproximado tienen siempre sus clientes en las cuentas corrientes y qué cantidad usan para pagos, así que mientras mantengan disponible el monto usado normalmente para pagos, casi nunca hay problema. Entonces prestan también parte del dinero de las cuentas corrientes, para ganar más dinero, sin siquiera pagarle su porcentaje al cliente.

En realidad sí hay problema, porque ese dinero no es propiedad del banco. Es como si el dueño de la empresa de logística vendiera una parte de las mercaderías de los clientes y comprara más mercadería, para así sacar ganancia extra. Está mal, porque no se lo contrató como vendedor, se lo contrató para hacer almacenaje y transporte, pagándole por eso.

Entonces puede pasar que las cosas van mal en la economía. Cada vez se vende menos y todo resulta más caro. Entra menos dinero a las cuentas corrientes y sale más. Digamos que todo el monto de las cuentas corrientes es, por ejemplo, el 30% del total de dinero que maneja el banco. Como el Banco central exige reservas por sólo el 10%, basta que todos los cuentacorrentistas retiren 2/3 de su dinero para que el banco ya no tenga dinero para trabajar, para que el banco quiebre. La quiebra se ve venir de antes porque el banco empieza a fastidiar demorando los retiros de dinero, se corre el rumor, y se genera lo que se conoce como "corrida" que es un montón de gente yendo a retirar tantos fondos como se pueda.

¿Cuál es la solución? Que no se toque el dinero de las cuentas corrientes.

En lo que respecta a los depósitos a plazos el cliente ya sabe que hay un riesgo, que aquellos empresarios que solicitan los préstamos pueden perder su capacidad de pago. Quien deposita el dinero lo hace porque confía que su banco puede evaluar correctamente los proyectos de inversión de los prestatarios y ejecutar las garantías de ser necesario. Por lo tanto, si pierde sus ahorros, que se joda. Si el banquero mintió sobre sus capacidades para manejar el riesgo de los préstamos o simplemente huyó con el dinero, entonces corresponde hacer un juicio criminal. Si no hubo dolo (mala intención) por parte del banquero entonces mala suerte para el depositario. Invirtió, se equivocó, se jodió. Apenas podría recomendarse al depositario que la próxima vez elija con más cuidado, quizás un banco que preste a plazos iguales que los depósitos que acepta, quizás uno que tenga fama de ser durísimo con sus ejecuciones, quizás uno que no tenga tasas de interés mucho más altas que las de la competencia (por aquello de que lo bueno sale caro).

¿Qué hacer ahora, antes de que sea tarde? Escribirle o hablar con su político predilecto. Decirle que prestar el dinero de las cuentas corrientes está mal, que los bancos van a quebrar y con ellos se van a llevar muchas empresas, que no hay forma de que el gobierno tenga suficiente dinero como para salvar a todos los bancos y que aunque lo tuviera, no corresponde salvar de la quiebra a una persona que comete fraude usando dinero de una persona honesta.

martes, 7 de octubre de 2008

sobre la producción de la seguridad ciudadana

Por Gustave de Molinari
Traducido por Gabriel Calzada


Publicado originalmente en Journal des Économistes, el 15 de febrero de 1849.
Existen dos maneras de considerar la sociedad. De acuerdo con unos, la formación de las diferentes asociaciones humanas no está regida por leyes providenciales e inmutables. Estas asociaciones, organizadas originariamente de un modo puramente artificial por los legisladores primitivos, pueden ser, en consecuencia, modificadas o rehechas por otros legisladores, a medida que la ciencia social progresa. En este sistema el gobierno juega un papel primordial porque es al gobierno, depositario del principio de autoridad, a quien incumbe la tarea diaria de modificar y rehacer la sociedad.
Por el contrario, de acuerdo con los otros, la sociedad es un hecho puramente natural; como la tierra sobre la que se soporta, la sociedad se mueve en virtud de leyes generales y preexistentes. En este sistema, no existe tal cosa, propiamente hablando, como la ciencia social; no existe más que una ciencia económica que estudia el organismo natural de la sociedad y que muestra como funciona dicho organismo.
Así pues, nos proponemos examinar, de acuerdo con este último sistema, cuál es la función y organización natural del gobierno.
I.
Con el fin de definir y delimitar bien la función del gobierno, hemos de investigar, antes que nada, la esencia y el objeto de la sociedad misma.
¿A qué impulso natural obedecen los hombres cuando se reúnen en sociedad? Obedecen al impulso o, para ser más exactos, al instinto de la sociabilidad. La raza humana es esencialmente sociable. Los hombres son inducidos por el instinto de vivir en sociedad.
¿Cuál es la razón de ser de este instinto?
El hombre experimenta una multitud de necesidades, de cuyas satisfacciones dependen sus goces y de cuyas insatisfacciones se derivan sus sufrimientos. Ahora bien, encontrándose solo o aislado, el hombre únicamente puede proveerse de esas necesidades, que le atormentan sin cesar, de un modo incompleto e insuficiente. El instinto de la sociabilidad le acerca a sus semejantes y le empuja a ponerse en comunicación con ellos. Entonces, los individuos se aproximan impelidos por el propio interés, estableciéndose cierta división del trabajo necesariamente seguida por intercambios; en breve, vemos surgir una organización mediante la cual el hombre puede satisfacer sus necesidades de forma mucho más completa de lo que podría viviendo aislado.
Esta organización natural se llama la sociedad.
El objeto de la sociedad es, por lo tanto, la más completa satisfacción de las necesidades del hombre, y los medios para su consecución son la división del trabajo y el intercambio.
Entre las necesidades del hombre existe un tipo particular que juega un papel inmenso en la historia de la humanidad: la necesidad de seguridad.
¿En qué consiste esta necesidad?
Ya sea que vivan aislados, ya en sociedad, los hombres están interesados, ante todo, en preservar su existencia y los frutos de su trabajo. Si el sentimiento de justicia estuviese universalmente extendido sobre la faz de la tierra; si, en consecuencia, cada hombre se limitase a trabajar y a intercambiar los frutos de su trabajo, sin desear atentar contra la vida de otros hombres o apoderarse, a través de la violencia o del fraude, del producto del trabajo de otros hombres; si, en una palabra, cada cual experimentase un horror instintivo hacia los actos que dañasen a otros, la seguridad existiría con toda certeza de forma natural sobre la tierra, y no sería necesaria ninguna institución artificial para fundarla. Por desgracia, no es así como son las cosas. El sentido de la justicia parece ser el atributo excepcional de tan sólo unos pocos seres elevados y excepcionales. Entre las razas inferiores no existe mas que en un estado rudimentario. De ahí los innumerables ataques llevados a cabo, ya desde el origen del mundo, desde los tiempos de Caín y de Abel, contra la vida y la propiedad de las personas.
De ahí también la fundación de organismos que tienen como objeto garantizar a cada cual la posesión pacífica de su persona y de sus bienes.
Estos organismos han recibido el nombre de gobiernos.
En todas partes, incluso entre las tribus menos ilustradas, uno encuentra un gobierno. Tan general y urgente es la necesidad de seguridad que provee.
Por todas partes, los hombres se resignan a los sacrificios más duros antes que renunciar a un gobierno, y por ende a la seguridad, sin que nadie pueda decir que, al actuar de esta forma, hayan calculado mal.
Supongamos, en efecto, que un hombre se encuentra incesantemente amenazado en su persona y en sus medios de subsistencia. ¿No será su primera y más constante preocupación protegerse de los peligros que le rodean? Esta preocupación, este esmero y este trabajo absorberán necesariamente la mayor parte de su tiempo, así como las facultades más energéticas y activas de su inteligencia. En consecuencia, no podrá dedicar más que esfuerzos insuficientes y precarios, y una atención fatigada, a la satisfacción de sus otras necesidades.
Incluso si este hombre fuese obligado a renunciar a una porción muy considerable de su tiempo y de su trabajo en favor de alguien que se encargase de garantizarle la posesión pacífica de su persona y de sus bienes, ¿no le supondría aún una ganancia cerrar esta transacción?
Con todo, nada redundaría de manera más obvia en su propio interés que procurarse su seguridad al menor precio posible.
II.
Si hay una verdad bien establecida en economía política, es esta:
Que en todos los casos, y para todos los bienes que sirven para satisfacer las necesidades materiales o inmateriales del consumidor, el interés del consumidor consiste en que el trabajo y el intercambio permanezcan libres, porque la libertad de trabajo y de intercambio tienen como resultado necesario y permanente la máxima reducción del precio de las cosas.
Y esta:
Que el interés del consumidor de cualquier bien debe prevalecer siempre sobre el interés del productor.
Ahora bien, siguiendo estos principios, llegamos a esta rigurosa conclusión:
Que la producción de la seguridad debe, por el interés de los consumidores de este bien inmaterial, permanecer sometido a la ley de la libre competencia.
De donde resulta:
Que ningún gobierno debe tener el derecho de impedir a otro gobierno entrar en competencia con él, o de obligar a los consumidores de seguridad a dirigirse exclusivamente a él para obtener este servicio.
Sin embargo, debo decir que, hasta el presente, se ha retrocedido ante estas rigurosas consecuencias que resultan del principio de la libre competencia.
Uno de los economistas que más lejos ha llevado la aplicación del principio de la libertad, el Sr. Charles Dunoyer, piensa "que las funciones del gobierno jamás podrán caer bajo el dominio de la actividad privada[1]".
Así pues, he aquí una clara y evidente excepción aducida al principio de la libre competencia.
Esta excepción es tanto más destacable cuanto que es única.
Sin duda, pueden encontrarse economistas que establezcan excepciones más numerosas a este principio; pero podemos afirmar atrevidamente que estos no son economistas puros. Generalmente los verdaderos economistas están de acuerdo en afirmar, por una parte, que el gobierno debe limitarse a garantizar la seguridad de los ciudadanos y, por otra, que la libertad de trabajo y de intercambio debe ser, para todo lo demás, entera y absoluta.
¿Pero cuál es la razón de ser de la excepción relativa a la seguridad? ¿Por qué razón especial la producción de la seguridad no puede ser confiada a la libre competencia? ¿Por qué debe ser sometida a otro principio y organizada en virtud de otro sistema?
Sobre este punto, los maestros de la ciencia se callan, y el Sr. Dunoyer, quien ha hecho claro hincapié en esta excepción, no investiga los motivos sobre los que se apoya.
III.
En consecuencia, llegamos a preguntarnos si esta excepción está bien fundada, y si acaso pueda estarlo a los ojos de un economista.
Repugna a la razón creer que una ley natural bien demostrada pueda admitir excepción alguna. Una ley natural es válida en todo momento y en todo lugar, o no es tal ley. No creo, por ejemplo, que la ley universal de la gravedad, que rige el mundo físico, se encuentre suspendida en ningún momento ni en ningún lugar del universo. Ahora bien, considero a las leyes económicas como leyes naturales, y tengo tanta fe en el principio de la división, de la libertad de trabajo y del intercambio como la que puedo tener en la ley de la gravitación universal. Por consiguiente, pienso que si bien este principio puede sufrir perturbaciones, no admite en cambio ninguna excepción.
Pero, si esto es así, la producción de seguridad no debe ser apartada de la ley de la libre competencia; y, si lo es, la sociedad entera sufre un daño.
O bien esto es lógico y cierto, o los principios sobre los que se fundamenta la ciencia económica no son principios.
IV.
Así pues, ha sido demostrado a priori, para aquellos de nosotros que tenemos fe en los principios de la ciencia económica, que la excepción señalada más arriba no tiene razón de ser, y que la producción de la seguridad, al igual que cualquier otra, debe estar sometida a la ley de la libre competencia.
Adquirida esta convicción, ¿qué nos resta por hacer? Nos queda por indagar cómo ha llegado a suceder que la producción de seguridad no esté sometida a la ley de la libre competencia, y cómo ha llegado a suceder que se halle sometida a principios diferentes.
¿Cuáles son estos principios?
Aquellos del monopolio y del comunismo.
No existe, en el mundo entero, una sola organización de la industria de la seguridad, ni un solo gobierno, que no esté basado en el monopolio o en el comunismo.
A este respecto haremos, de pasada, una simple observación.
¿No sería extraño y exorbitante que la economía política aceptase en la industria de la seguridad el monopolio y el comunismo mientras que los reprueba por igual en las diversas ramas de las actividades humanas donde las ha visto hasta el presente?
V.
Examinemos ahora cómo es que todos los gobiernos conocidos están sometidos a la ley del monopolio u organizados en virtud del principio comunista.
Indaguemos primero que es lo que se entiende por monopolio y por comunismo.
Es una verdad observable que mientras más urgentes y necesarias son las necesidades del hombre, más considerables son los sacrificios que estará dispuesto a imponerse para satisfacerlos. Ahora bien, existen cosas que se encuentran en abundancia en la naturaleza y cuya producción no exige más que un ligero trabajo, pero que, sirviendo para apaciguar esas necesidades urgentes pueden, en consecuencia, adquirir un valor fuera de toda proporción en relación con su valor natural. Tomaremos la sal como ejemplo. Supongamos que un hombre o una asociación de hombres lograsen adjudicarse en exclusiva la producción y la venta de la sal. En ese caso es evidente que ese hombre o esa asociación podrán elevar el precio de este género muy por encima de su valor; muy por encima del precio que tendría bajo el régimen de la libre competencia.
Uno diría entonces que este hombre o esta asociación de hombres posee un monopolio, y que el precio de la sal es un precio de monopolio.
Pero es evidente que los consumidores, de ningún modo, consentirán libremente en pagar la abusiva sobretasa del monopolio; será necesario obligarles a pagarla y, para ello, será preciso emplear la fuerza.
Todo monopolio se ampara necesariamente en la fuerza.
Desde el momento en que los monopolistas dejen de ser más fuertes que los consumidores por ellos explotados, ¿qué sucederá?
El monopolio siempre acaba por desaparecer, ya sea de manera violenta, o como resultado de una transacción amigable. Y en ese momento, ¿qué pondremos en su lugar?
Si los sublevados e insurgentes consumidores se apoderan de los medios de producción de la industria de la sal, confiscarán con toda probabilidad la industria para su beneficio, y su primer pensamiento no será confiarlo a la libre competencia sino, mas bien, explotarlo en común por su propia cuenta.
Nombrarán en consecuencia un director o un comité directivo para la explotación de las salinas a quien asignarán los fondos necesarios para atender los costes de la producción de sal. Después, puesto que la experiencia del pasado les habrá vuelto recelosos y desconfiados, puesto que temerán que el director nombrado por ellos se quede con la producción para su propio beneficio, y simplemente reconstituya, de manera abierta o cerrada, el viejo monopolio para su beneficio particular, elegirán delegados, representantes encargados de aprobar los fondos necesarios para los costes de la producción, de vigilar el empleo que de ellos se hace, y de controlar que la sal producida sea repartida por igual entre todos los que tienen derecho. Así es como se organizará la producción de la sal.
Esta forma de organizar la producción recibe el nombre de comunismo.
Cuando esta organización se aplica únicamente a un solo bien, se dice que el comunismo es parcial.
Cuando se aplica a todos los bienes, se dice que el comunismo es completo.
Pero, tanto si el comunismo es parcial como si es completo, la economía política no lo admite más que al monopolio, del que no es más que una extensión.
VI.
¿No es lo que se acaba de decir acerca de la sal visiblemente aplicable a la seguridad? ¿No es esta la historia de todas las monarquías y de todas las repúblicas?
En todas partes, la producción de seguridad comenzó organizándose como monopolio, y en todas partes tiende, hoy en día, a organizarse de manera comunista.
He aquí el porqué.
De entre todos los bienes materiales o inmateriales necesarios para el hombre, ninguno, con la posible excepción del trigo, es más indispensable y puede, en consecuencia, soportar una tasa de monopolio más alta.
Tampoco puede ningún bien caer con tanta facilidad en el monopolio.
¿Cuál es, en realidad, la situación de la persona que necesita seguridad? La debilidad. ¿Cuál es la situación de aquellos que se comprometen a proveerles la seguridad necesaria? La fuerza. Si fuese de otra forma, si los consumidores de seguridad fueran más fuertes que los productores, es evidente que prescindirían de su auxilio.
Pero, si los productores de seguridad son, en su origen, más fuertes que los consumidores, ¿no sería sencillo para aquellos imponer un régimen de monopolio a estos últimos? Por todas partes se ve que en el origen de las sociedades, las razas más fuertes y guerreras se atribuyen el gobierno exclusivo de las sociedades; por todas partes se ve a estas razas atribuirse, sobre una circunscripción más o menos extensa, en función de su número y de su fuerza, el monopolio de la seguridad.
Y puesto que este monopolio, por su propia naturaleza, es extraordinariamente rentable, vemos también por todas partes a las razas investidas con el monopolio de la seguridad librar luchas encarnizadas con el fin de aumentar la extensión de su mercado, el número de sus consumidores forzosos y, por lo tanto, la cuantía de sus beneficios.
La guerra ha sido la consecuencia necesaria e inevitable del establecimiento del monopolio de la seguridad.
Como otra consecuencia inevitable de lo anterior, este monopolio tenía que engendrar todos los demás.
Al examinar de cerca la situación de los monopolistas de la seguridad, los productores de otros bienes no podían dejar de reconocer que nada hay en el mundo más ventajoso que el monopolio. En consecuencia, debían quedar tentados por su parte de aumentar los beneficios de sus industrias a través de los mismos procedimientos. Pero, ¿qué les hacía falta para acaparar, en detrimento de los consumidores, el monopolio del bien que producían? Les hacía falta la fuerza. Ahora bien, no poseían esa fuerza, necesaria para reprimir la resistencia de los consumidores en cuestión. ¿Qué fue lo que hicieron? La tomaron prestada, a cambio de pagos, de quienes la poseían. Solicitaron, y obtuvieron, el privilegio exclusivo de ejercer su industria dentro de los límites de determinada circunscripción al precio de ciertas contraprestaciones.
Dado que la concesión de estos privilegios reportaba una buena suma de dinero a los productores de seguridad, muy pronto el mundo se cubrió de monopolios. El trabajo y el intercambio fueron estorbados y encadenados por todas partes y, como resultado, la situación de las masas permaneció en la mayor de las miserias.
Sin embargo, tras largos siglos de sufrimiento, a medida que la ilustración se fue extendiendo poco a poco por el mundo, las masas, a las que asfixiaba esa red de privilegios, comenzaron a reaccionar contra los privilegiados y a demandar la libertad, es decir, la supresión de los monopolios.
Se produjeron entonces numerosas negociaciones. ¿Qué pasó, por ejemplo, en Inglaterra? En un origen, la raza que gobernaba el país y que estaba organizada como asociación (la feudalidad), a la cabeza de la cual se encontraba un director hereditario (el rey) y un consejo de administración igualmente hereditario (la Cámara de los Lores), que fijaba el precio de la seguridad, sobre la que tenían el monopolio, a la tasa que les conviniese establecer. Entre los productores de seguridad y los consumidores no había ninguna negociación. Este era el régimen del despotismo. Pero, con el paso del tiempo, los consumidores, habiendo adquirido conciencia de su número y de su fuerza, se sublevaron contra el régimen de la pura arbitrariedad y lograron negociar con los productores el precio del bien. A este efecto, designaron a los delegados que se reunían en la Cámara de los Comunes para discutir la cuota de los impuestos, es decir, el precio de la seguridad. Así lograron estar menos oprimidos. Sin embargo, dado que los miembros de la Cámara de los Comunes eran nombrados bajo la influencia directa de los productores de seguridad, la negociación no era auténtica, y el precio del bien permanecía por encima de su valor natural. Un día, los consumidores explotados de esta forma se insurreccionaron contra los productores y los desposeyeron de su industria. Entonces emprendieron por su cuenta la gestión de esta industria y eligieron para este fin a un director de explotación asistido por un consejo. Así fue como el comunismo sustituyó al monopolio. Pero la fórmula no tuvo éxito y, veinte años más tarde, el primitivo monopolio fue reestablecido. Sólo que esta vez los monopolistas tuvieron lo suficiente el buen juicio de no restaurar el régimen del despotismo; aceptaron la libre negociación sobre el impuesto, poniendo no obstante el esmero de corromper sin cesar a los delegados de los partidos adversarios. Pusieron a disposición de estos delegados diversos cargos de la administración de seguridad y llegaron incluso al extremo de admitir a los más influyentes en el seno de su consejo superior. Y es seguro que nada pudo ser más hábil que una conducta como esta. Sin embargo, los consumidores de seguridad terminaron por darse cuenta de estos abusos y exigieron la reforma del Parlamento. Largo tiempo rechazada, la reforma fue al fin conquistada y, desde entonces, los consumidores han logrado un notable aligeramiento de sus cargas.
Asimismo, en Francia, el monopolio de la seguridad, después de haber experimentado frecuentes vicisitudes y sufrido modificaciones diversas, acaba de ser derrumbado por segunda vez. Como antaño ocurriera en Inglaterra, el monopolio, ejercido primero para el beneficio de una casta y luego en nombre de una cierta clase social, ha sido finalmente sustituido por la producción en común. La totalidad de los consumidores, considerados como accionistas, designaron para un cierto período a un cargo de director de la explotación y a una asamblea encargada de controlar los actos del director y de su administración.
Nos contentamos con realizar una simple observación acerca de este nuevo régimen.
Del mismo modo que el monopolio de la seguridad debía engendrar por lógica todos los demás monopolios, el comunismo de la seguridad debe lógicamente engendrar todos los demás comunismos.
En efecto, sólo una de las dos cosas puede ser cierta:
O bien la producción comunista es superior a la producción libre, o no lo es.
Si lo es, no lo es sólo para la seguridad, sino para todas las cosas.
Si no lo es, el progreso consistirá inevitablemente en reemplazarlo por la producción libre.
Comunismo total o libertad total, ¡he ahí la alternativa!
VII.
Pero, ¿puede concebirse que la producción de seguridad sea organizada de otra manera que como monopolio o de forma comunista? ¿Puede concebirse que sea dejada a la libre competencia?
A esta cuestión, los llamados escritores políticos responden de forma unánime: No.
¿Por qué? Nosotros lo diremos.
Porque esos autores, que se ocupan especialmente del gobierno, no entienden la sociedad; porque la consideran como una obra ficticia, y creen que es la misión del gobierno modificarla y rehacerla incesantemente.
Ahora bien, para modificar o rehacer la sociedad, es necesario estar provisto de una autoridad superior a aquella de los diferentes individuos de la que se compone.
Los gobiernos monopolistas afirman haber obtenido esa autoridad, que les otorga el derecho de modificar o de rehacer la sociedad a su antojo, y de disponer como bien les parezca de las personas y de las propiedades, de Dios mismo; los gobiernos comunistas, afirman haber obtenido esa misma autoridad de la razón humana, tal y como se manifiesta a través de la mayoría del pueblo soberano.
¿Pero, poseen verdaderamente los gobiernos monopolistas y los gobiernos comunistas esa autoridad superior e irresistible? ¿Tienen en realidad una autoridad superior a la que podrían tener los gobiernos libres? Esto es lo que importa examinar.
VIII.
Si fuese verdad que la sociedad no se encontrase organizada de forma natural; si fuese verdad que las leyes en virtud de las cuales se mueve tuvieran que ser incesantemente modificadas o rehechas, los legisladores precisarían por necesidad de una autoridad inmutable y sagrada. Como continuadores de la Providencia en la tierra, deberían ser respetados casi igual que Dios. ¿Si fuese de otro modo, no les sería imposible cumplir su misión? En efecto, uno no puede intervenir sobre los asuntos humanos, uno no puede tratar de dirigirlos y regularlos sin ofender diariamente a una multitud de intereses. A menos que los depositarios del poder sean considerados como pertenecientes a una esencia superior o encargados de una misión providencial, los intereses lesionados resistirán.
De ahí la ficción del derecho divino.
Esta ficción era con certeza la mejor que uno pueda imaginar. Si logras convencer al vulgo de que el mismo Dios ha elegido a ciertos hombres o a ciertas razas para conceder leyes a la sociedad y gobernarla, es evidente que nadie soñará siquiera con rebelarse contra aquellos elegidos por la Providencia, y todo lo que el gobierno haga, bien hecho estará. Un gobierno basado en el derecho divino es imperecedero.
Sólo con una condición: que se crea en el derecho divino.
En efecto, si uno se atreviese a pensar que los caudillos del pueblo no reciben directamente su inspiración de la Providencia, que obedecen a impulsos puramente humanos, el prestigio que les rodea desaparecería, y la resistencia a sus decisiones soberanas será irreversible, del mismo modo que se resiste a todo lo que viene del hombre a menos que su utilidad sea claramente demostrada.
También es curioso ver con qué esmero los teóricos del derecho divino se esfuerzan por establecer la sobrehumanidad de las razas en posesión del gobierno de los hombres.
Escuchemos, por ejemplo, a M. Joseph de Maistre:
"El hombre no puede hacer soberanos. Todo lo más, puede servir de instrumento para desposeer a un soberano y entregar su Estado a otro que ya sea príncipe. Por lo demás, jamás ha existido una familia soberana a la que se le pudiese identificar con un origen plebeyo. Si ese fenómeno sucediese, marcaría una nueva época en el mundo.
[...] Está escrito: Yo soy quien hace a los soberanos. Esta no es en absoluto una frase de iglesia, una metáfora de predicador; es la verdad literal, simple y palpable. Es una ley del mundo político. Dios hace a los reyes, al pie de la letra. Él prepara a las razas reales, él las madura en medio de una nube que esconde su origen. Luego aparecen coronadas de gloria y de honor; ocupan su lugar[2]."
De acuerdo con este sistema, que encarna la voluntad de la Providencia en ciertos hombres y que inviste a estos elegidos, a estos ungidos de una autoridad cuasi-divina, es evidente que los súbditos no tienen derecho alguno; deben someterse, sin examen, a los decretos de la autoridad soberana, como si se tratase de los decretos de la mismísima Providencia.
Decía Plutarco que el cuerpo es el instrumento del alma, y el alma es el instrumento de Dios. Según la escuela del derecho divino, Dios elige a ciertas almas y se sirve de ellas como herramientas para gobernar el mundo.
Seguramente nada podría quebrantar a un gobierno basado en el derecho divino si los hombres tuviesen fe en esta teoría.
Por desgracia, han dejado por completo de tener fe en ella.
¿Por qué?
Porque un buen día se atrevieron a indagar y a razonar, y al indagar y razonar descubrieron que sus gobernantes no les dirigían mejor de lo que ellos mismos, simples mortales sin comunicación con la Providencia, hubiesen podido hacerlo.
La libre disquisición ha desacreditado la ficción del derecho divino hasta el punto de que los súbditos de monarcas y aristócratas, sustentados sobre el derecho divino, no les obedecen más que en la medida en la que creen que tienen un interés en obedecerles.
¿Ha tenido la ficción comunista mejor fortuna?
De acuerdo con la teoría comunista, de la que Rousseau es su gran sacerdote, la autoridad no desciende desde arriba, sino que viene de abajo. El gobierno ya no la demanda a la Providencia, sino a los hombres reunidos, a la nación una, indivisible y soberana.
Esto es lo que asumen los comunistas, los partidarios de la soberanía del pueblo. Suponen que la razón humana tiene el poder de descubrir las mejores leyes y la más perfecta organización que conviene a la sociedad; y que, en la práctica, es como consecuencia del libre debate entre opiniones opuestas que estas leyes se descubren; que si no hay unanimidad, si tras el debate hay aún desacuerdo, la mayoría es quien tiene la razón, puesto que comprende un mayor número de individuos razonables (estos individuos son, por supuesto, considerados como iguales, pues de lo contrario el andamiaje se desploma); en consecuencia, afirman que las decisiones de la mayoría deben convertirse en ley, y que la minoría está obligada a someterse a ella, incluso si hiere sus convicciones más profundamente enraizadas o sus más preciados intereses.
Tal es la teoría; pero, en la práctica, ¿tiene la autoridad de las decisiones de la mayoría ese carácter irresistible y absoluto que se le supone? ¿Es respetada siempre, en todos los casos, por la minoría? ¿Puede eso ser así?
Citaremos un ejemplo.
Supongamos que el socialismo tenga éxito en propagarse por las clases obreras del campo, como ya se ha propagado por las clases obreras de las ciudades; que se encuentre, en consecuencia, en posición mayoritaria en el país, y que, aprovechando esta situación, envíe a la Asamblea legislativa una mayoría socialista y nombre un presidente socialista; supongamos que esta mayoría y este presidente, investidos de la autoridad soberana, decreten, tal y como ha demandado un célebre socialista, el establecimiento de un impuesto sobre los ricos de tres mil millones, con el fin de organizar el trabajo de los pobres. ¿Es probable que la minoría se someta de manera apacible a esta expoliación inicua y absurda, aunque legal y constitucional?
No, sin duda no vacilará en ignorar la autoridad de la mayoría y en defender su propiedad.
Así pues, bajo este régimen, como bajo el precedente, la gente sólo obedece a los depositarios de la autoridad en la medida en que cree tener algún interés en obedecerles.
Esto nos conduce a afirmar que el fundamento moral del principio de autoridad no es ni más sólido ni más amplio, bajo el régimen del monopolio o bajo el del comunismo, de lo que podría serlo bajo el régimen de la libertad.
IX.
Mas supongamos que los partidarios de una organización artificial, monopolistas o comunistas, tengan razón; que la sociedad no esté organizada de manera natural, y que a los hombres incumbe sin demora la tarea de hacer y deshacer las leyes que la rigen. Veamos en que lamentable situación se hallaría el mundo. Dado que la autoridad moral de los gobernantes no se apoya, en realidad, mas que en el propio interés de los gobernados, y dada la tendencia natural de éstos a resistir a todo lo que dañe su interés, hará falta que la autoridad no-reconocida recurra incesantemente a la fuerza física.
Por lo demás, monopolistas y comunistas han, comprendido perfectamente esta necesidad.
Si alguien intenta, dice M. De Maistre, sustraerse a la autoridad de los elegidos de Dios, que sea entregado al brazo secular y que el verdugo haga su trabajo.
Si alguien no reconoce la autoridad de los elegidos del pueblo, dicen los teóricos de la escuela de Rousseau, si se resiste a una decisión cualquiera de la mayoría, que sea castigado como un criminal para el pueblo soberano, que el patíbulo haga justicia.
Estas dos escuelas, que toman como punto de partida una organización artificial, conducen necesariamente a un mismo término: al TERROR.
X.
Permítasenos formular ahora una simple hipótesis.
Supongamos una sociedad naciente: los hombres que la componen se ponen a trabajar y a intercambiar los frutos de su trabajo. Un instinto natural revela a estos hombres que su persona, la tierra que ocupan y cultivan, así como los frutos de su trabajo, son sus propiedades, y que nadie, a excepción de ellos mismos, tiene derecho a disponer de ella o a tocarla. Ese instinto no es hipotético, existe. Pero al ser el hombre una criatura imperfecta, sucede que ese sentimiento de derecho de cada uno sobre su persona o sobre sus bienes no se encuentra en un mismo grado en todas las almas, y que ciertos individuos atentan, por medio de la violencia o del fraude, contra personas o contra las propiedades de otros.
De ahí la necesidad de una industria que prevenga o reprima estas agresiones abusivas de la fuerza y del fraude.
Supongamos ahora que un hombre o una asociación de hombres vengan y digan:
Yo me encargo, a cambio de una retribución, de prevenir o de reprimir los atentados contra las personas y las propiedades.
Así pues, aquellos que quieran ponerse al abrigo de toda agresión contra su persona o contra su propiedad, que se dirijan a mí.
¿Qué harán los consumidores antes de cerrar un trato con ese productor de seguridad?
En primer lugar, indagarán si es lo bastante poderoso como para protegerles.
En segundo lugar, si ofrece las garantías morales tales que no pueda temer de su parte una agresión como las que se encarga de reprimir.
En tercer lugar, si ningún otro productor de seguridad que presentando iguales garantías, esté dispuesto a proveerles de este producto en mejores condiciones.
Esas condiciones serán de diversos tipos.
Para estar en situación de garantizar a los consumidores plena seguridad para sus personas y sus propiedades y, en caso de daño, de distribuirles una prima proporcional a la pérdida sufrida, será en efecto necesario:
1º Que el productor establezca ciertas penas contra los ofensores de personas y los usurpadores de la propiedad, y que los consumidores acepten someterse a esas penas, en caso de que ellos mismos cometan alguna infracción contra las personas o contra la propiedad;
2º Que, con el objeto de facilitar el descubrimiento de los autores de los delitos, imponga a los consumidores ciertas normas molestas;
3º Que perciba con regularidad una prima para cubrir sus gastos de producción así como el beneficio natural de su industria. Esa prima será variable según las circunstancias de los consumidores, las ocupaciones particulares que desempeñen, y la extensión, el valor y la naturaleza de sus propiedades.
Si estas condiciones, necesarias para el desempeño de esta industria, convienen a los consumidores, el negocio se llevará a cabo; en caso contrario, los consumidores renunciarán a la seguridad, o se dirigirán a otro productor.
Ahora bien, si se considera la particular naturaleza de la industria de la seguridad, se advertirá que los productores estarán obligados a restringir su clientela a ciertas circunscripciones territoriales. Es evidente que no serían capaces de cubrir sus costes si se les ocurriese mantener servicio de policía en localidades donde no contasen mas que con unos pocos clientes. Su clientela se agrupará, como sería de esperar, en torno a la sede de su industria. A pesar de todo, no podrán abusar de esta situación para prescribir la ley a los consumidores. En efecto, en caso de un aumento abusivo del precio de la seguridad, éstos siempre tendrán la facultad de conceder su clientela a un nuevo empresario o a un empresario vecino.
De esta facultad que tiene el consumidor de comprar la seguridad allí donde bien le parezca, nace una constante emulación entre todos los productores, esforzándose cada uno por aumentar o por mantener su clientela a través del incentivo de un buen precio o de una mejor, más rápida, y más completa justicia[3].
Si, por el contrario, el consumidor no es libre de comprar la seguridad donde bien le parezca, enseguida verán como se da rienda suelta a la arbitrariedad y a la mala gestión. La justicia deviene cara y lenta, la policía vejatoria, la libertad individual deja de ser respetada y el precio de la seguridad es abusivamente exagerado e impuesto con desigualdad de acuerdo con la fuerza o la influencia de que disponga esta o de aquella clase de consumidores, las aseguradoras emprenden una lucha encarnizada por arrebatarse mutuamente los consumidores; en una palabra, aparecen en fila todos los abusos inherentes al monopolio y al comunismo.
Bajo el régimen de la libre competencia, la guerra entre los productores de seguridad deja por completo de tener razón de ser. ¿Por qué se harían la guerra? ¿Para conquistar los consumidores? Pero los consumidores no se dejarían conquistar. Sin duda, se guardarían de hacer asegurar sus personas y sus propiedades por los hombres que hubiesen atentado sin escrúpulos contra personas o contra propiedades de sus competidores. Si un vencedor audaz quisiera imponerles la ley, pedirían de inmediato ayuda a todos los consumidores libres, amenazados como ellos por esa agresión, y se ocuparían de hacer justicia. Del mismo modo que la guerra es la consecuencia natural del monopolio, la paz es la consecuencia natural de la libertad.
Bajo un régimen de libertad, la organización natural de la industria de la seguridad no se diferenciaría de aquella de las otras industrias. En los cantones pequeños, un solo empresario podría ser suficiente. Ese empresario legaría su industria a su hijo o la traspasaría a otro empresario. En los cantones extensos, una compañía reuniría por si misma suficientes recursos como para ejercer de manera conveniente esa importante y difícil industria. Bien dirigida, esta compañía podría perpetuarse fácilmente, y la seguridad se perpetuaría con ella. En la industria de la seguridad, así como en la mayor parte de las demás ramas de la producción, este último modo de organización terminará probablemente por sustituir al primero.
Por un lado esto sería la monarquía, por el otro la república; pero una monarquía sin monopolio y una república sin comunismo.
Por cualquiera de los dos lados sería una autoridad aceptada y respetada en nombre de la utilidad, y no la autoridad impuesta por el terror.
Que tal hipótesis pueda llegar a realizarse, será sin duda una cuestión que se disputará. Pero, aun a riesgo de ser calificado de utópico, afirmaremos que esto no es discutible, y que un atento examen de los hechos resolverá más y más a favor de la libertad el problema del gobierno, del mismo modo que ocurre con todos los demás problemas económicos. Por lo que a nosotros concierne, estamos totalmente convencidos de que un día se establecerán asociaciones para reclamar la libertad de gobierno como han sido establecidas para reclamar la libertad de comercio.
Y no vacilaremos en añadir que, después de que este último progreso haya sido llevado a cabo, y todo obstáculo artificial a la libre acción de las leyes naturales que rigen el mundo económico haya desaparecido, la situación de los diferentes miembros de la sociedad devendrá la mejor posible.


[1] En su destacable libro De la liberté de travail, vol.III, pág. 353, editado por Guilaumin.
[2] Du principe génerateur des constitutions politiques [Sobre el principio generador de las constituciones políticas], Prefacio.
[3] Adam Smith, cuyo admirable espíritu de observación se extendía a todas las cosas, repara que la justicia ganó mucho en Inglaterra gracias a la competencia que se hacían entre las diferentes Cortes:
“The fees of court seem originally to have been the principal support of the different courts of justice in England. Each court endeavoured to draw to itself as much business as it could, and was, upon that account, willing to take cognisance of many suits which were not originally intended to fall under its jurisdiction. The court of king's bench, instituted for the trial of criminal causes only, took cognisance of civil suits; the plaintiff pretending that the defendant, in not doing him justice, had been guilty of some trespass or misdemeanour. The court of exchequer, instituted for the levying of the king's revenue, and for enforcing the payment of such debts only as were due to the king, took cognisance of all other contract debts; the plaintiff alleging that he could not pay the king because the defendant would not pay him. In consequence of such fictions it came, in many cases, to depend altogether upon the parties before what court they would choose to have their cause tried; and each court endeavoured, by superior dispatch and impartiality, to draw to itself as many causes as it could. The present admirable constitution of the courts of justice in England was, perhaps, originally in a great measure formed by this emulation which anciently took place between their respective judges; each judge endeavouring to give, in his own court, the speediest and most effectual remedy which the law would admit for every sort of injustice.”
(An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Londres, 1776, Libro V, capítulo 1, párrafo 64.)

jueves, 2 de octubre de 2008

los mejores cursos online de artes marciales

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lunes, 29 de septiembre de 2008

La crisis del estatismo mundial

Artículo de Pierre Lemieux
Email: pl@pierrelemieux.org
Fecha original de publicación 9/25/2008

Traducido por Gustavo Sosa (añadiendo aclaraciones)
Email: gussosa@montevideo.com.uy


El actual tumulto financiero es "una crisis del capitalismo", dijo un vocero Partido Británico de Trabajadores Socialistas, tal como han repetido todos los buenos marxistas durante más de un siglo. "Un mercado financiero desregulado es un desastre", dijo Sheila Rowbotham, profesora de Historia de Género y de Trabajo en la Universidad de Manchester. Un candidato a alcalde de Londres añadió: "El capitalismo tuvo su oportunidad y falló, ahora es el turno del socialismo".

Me pregunto qué estuvieron fumando.

Hay que recordar que la crisis financiera empezó el año pasado con la caída del mercado de hipotecas subprime de Estados Unidos. Esas hipotecas son las consideradas de riesgo por el prestamista, porque el beneficiario no tiene ingresos estables o no tiene posibilidad de probar sus ingresos. Al momento de la caída la mitad de las hipotecas residenciales de Estados Unidos habían sido emitidas o eran garantizadas por Fannie Mae y Freddie Mac, dos de las llamadas "empresas respaldadas gubernamentalmente" o GSE (por las siglas en inglés). Al terminar el año pasado, ambas compañías habían financiado cuatro de cada cinco hipotecas. Fannie Mae fue creada por Franklin D. Roosevelt al empezar la Gran Depresión; Freddie Mac fue creada por el Congreso en 1970. Los inversores privados estaban felices de comprar los títulos emitidos por ambas empresas porque sabían que el gobierno federeal nunca las dejaría quebrar, lo que finalmente se confirmó la última semana cuando fueron renacionalizadas por Washington. Antes de que la crisis empezara, el mercado estadounidense de hipotecas era un estandarte del socialismo, sin rival en todo el mundo occidental.

El Acta de Reinversión en la Comunidad de 1997, que prohibió a los bancos hipotecarios el "discriminar" a los solicitantes pertenecientes a minorías, no ayudó en lo absoluto a la toma de decisiones financieras inteligentes. A cada paso de una decisión financiera se encuentra a un agente del gobierno acechando para hacer cumplir las regulaciones.

El sistema financiero de Estados Unidos está muy regulado. Habiendo sido creada en 1934, la poderosa Comisión de Valores e Intercambio (SEC) impone regulaciones en todo tipo de transacciones financieras, desde el registro de valores hasta la liberación de información corporativa. El Acta Sarbanes-Oxley de 2002 extendió aún más el campo de acción de la SEC. El Departamento de Justicia de Estados Unidos persigue a Presidentes Ejecutivos y a emprendedores (los máximos jerarcas de las empresas) y aquellos individuos que resultan convictos son a menudo castigados con largas condenas de prisión. El jueves, el fiscal general de Nueva York anunció que ha empezado una amplia investigación en el mercado financiero de ventas a corto plazo.
Cuando el Secretario del Tesoro (Ministro de Economía) Hank Paulson dice, "No creo en el capitalismo sin regulaciones", no está dando una primicia, está repitiendo el credo oficial de la política estadounidense por el último siglo. Ya estemos hablando de un socialismo financiero con un rostro capitalista o un capitalismo estatal con un fuerte sabor socialista, la decisión sigue siendo entre un vaso medio vacío y un vaso medio lleno.
La exportación parcial de las regulaciones estadounidenses a otros países ha llevado a la existencia de algo parecido a un estatismo financiero mundial.

Otra fuente de agitación financiera ha sido el acelerado aumento de la oferta monetaria (la cantidad de dinero que circula) por parte del banco central de Estados Unidos, la Reserva Federal, que se puede ver en la alta inflación y en las bajas tasas de interés. Por muchos años, los economistas de la Escuela Austríaca de Economía (los sucesores de Ludwig Von Mises y del ganador del Nobel, Friedrich Hayek) han alertado sobre el desastre que ocurriría si se seguía imprimiendo dinero para evitar los ajustes necesarios que ocurren naturalmente. Según ellos, esto lleva a una crisis aún peor.

No hay un motivo inherente para creer que el Estado puede regular eficientemente. El Estado está formado por hombres (políticos y burócratas) que responden a sus propios intereses y que tienen metas propias. Si hay una ganancia política que se puede conseguir al expandir el mercado de hipotecas y posponer la crisis para que los próximos políticos tengan que lidiar con ella, definitivamente se van a dar más hipotecas y se va a imprimir más dinero.

A pesar de eso, se ha desarrollado una falsa confianza en el poder del Estado para garantizar estabilidad. Algunos inversores han llegado a creer que, cualquiera sea el error que cometan, tienen derecho a obtener ganancias y el gobierno tienen la obligación de garantizar ese derecho. El rescate de Bear Stearns, de Freddie Mac, de Fannie Mae y de AIG fortalece esa creencia. Pero si algunas personas hacen malas inversiones y son liberados de la responsabilidad por sus propios errores, la carga de sus errores será transferida a otras personas, probablemente mediante una crisis peor.

Aún más, tal como muchos comentaristas han señalado, evitar que las grandes empresas financieras quiebren llevará a nuevos reclamos solicitando regulaciones más estrictas. Es una historia muy antigua: las intervenciones políticas del pasado crean las razones para las nuevas intervenciones.

La problemática financiera actual es en realidad una crisis del estatismo global. El socialismo ha fallado una vez más, probemos con el capitalismo.
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Pierre Lemieux es un economista del Departamento de Ciencias de la Administración en la Universidad de Quebec de Outaouais y es investigador adjunto del Instituto Independiente.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

manual de protesta para el campo argentino

Me encanta que el campo argentino proteste, pero no me parece bien que salgan a cortar rutas violando así los derechos de terceros inocentes. Las únicas rutas que cabría cortar serían las de los kirchneristas. Podrían enladrillar el garage de la oficina de Néstor y llenar de miguelitos la entrada de la Casa Rosada. Los únicos que debieran ser afectados por una protesta son los protestados y los protestantes (perdón por el neologismo).

Pero hay formas aún mejores de meterle el dedo en el culo al gobierno.

La primera, que no daña a los protestantes, es empezar a negociar en oro y plata. Cuando el chacrero venda su grano y el estanciero su ganado, debe pedirle a su comprador que le pague en metales preciosos. No hace falta que efectivamente se llegue a ver el amarillo del oro y el gris de la plata. Basta con hacer un vale para que el vendedor pueda, si quiere, levantar su pago en una joyería, un banco o un cambio. ¿En Argentina no se puede? Que se haga un vale de una orfebrería paraguaya o uruguaya. Parece poca cosa pero es una reverenda patada en el tujes para el gobierno, porque al no hacerse la operación en moneda corriente, deja de percibir el impuesto que está encubierto en la inflación. Incluso si comercia en dólares el Estado se lleva su tajada porque son los bancos centrales los que importan y exportan moneda con una ganancia. En la contabilidad se puede decir que son tantos pesos, no importa, el tema es no caer en la posición boluda de facilitarles la distribución de sus papelitos de colores. Además, el oro y la plata tienen variaciones en su precio, pero como tienen un valor inherente, los precios fijados en patrón oro son inmunes a la inflación.

Acá tienen información sobre cómo comprar y vender oro:

http://www.orodirect.es/

http://www.goldprice.org/

De paso aconsejo que compren onzas de oro para ahorrar, en vez de tener depósitos bancarios. 1 onza pesa sólo 31 gramos y vale unos 950 USD (hoy 24/09/08) Lo que la hace muy transportable y una excelente forma de ahorrar pensando que algún día podrias tener que huir sin pasar por el banco, o que tu banco podría quebrar, o que el gobierno te podría expropiar. Con una docena de onzas de oro se puede llegar y empezar una nueva vida en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento. UBS, Deutche Bank, Citibank, BNP, entre muchos otros, compran oro físico. Y encima de eso su comportamiento es mucho más estable que el de otros productos.

Vean este artículo:

http://www.elmundo.es/papel/2008/03/30/mercados/2356679.html

¿Demasiado complicado? ¿Te sale el piquetero de adentro? Quemá tu campo o matá tus vacas dejándolas pudrirse en la carretera. Nada puede ser tan efectista como eso. ¿No te hace gracia destruir tu propia producción? Volvé a leer el párrafo anterior y buscá información sobre el patrón oro y sobre la opinión de la Escuela Austríaca de Economía en el tema inflación.

http://liberal-venezolano.net/blog/v1.0/el_mecanismo_de_la_inflacion

http://sirajoyfueraliberal.blogcindario.com/2006/05/00290-las-contradicciones-de-huerta-de-soto.html

Si en cambio ya estás sintiendo un placer morboso al imaginar la cara de la presidenta cuando vea en televisión las moscas sobre el ganado destripado y los enormes incendios de 20 mil hectáreas de soja ardiendo, quizás te sirva un empujoncito más:

http://alianzaentremamones.blogspot.com/2006/05/quin-deca-que-ayn-rand-era-una.html

¡Tierra quemada para ellos! A ver si a base de insultos, amenazas y robos van a lograr que las plantas crezcan y el ganado engorde.

martes, 23 de septiembre de 2008

anarco capitalismo en píldoras

Copio y pego parte del email que le mandé a una amiga.

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La teoría anarco capitalista se basa en el método praxeológico para la elaboración de sus estudios. Se parte del axioma fundamental de que los seres humanos actúan. Esto es, que tienen metas y tienen recursos, y que usan sus recursos para intentar alcanzar esas metas (realmente axiomático, ¿no?). A diferencia de la sicología no analiza los procesos internos del sujeto. Tampoco le da mucha importancia al ensayo experimental y de hecho desprecia el positivismo porque las particularidades de cada hecho humano enmascaran las generalidades a las que se necesita llegar.

Acá tenés más información:

http://es.wikipedia.org/wiki/Praxeología

Hay un magnífico ensayo de Murray Rothbard, pero lo tengo solamente en inglés. Como verás, de todas las ciencias sociales, la sicología y la escuela austríaca de economía (base teórica del anarco capitalismo) son las que más se preocupan por el individuo. Es justamente por eso que la escuela austríaca defiende el anarco capitalismo, porque es inmoral que un individuo sea despojado de sus propiedades, de su libertad y hasta de su vida en aras de un tal "bien común", y esas violaciones son las que ocurren con los impuestos, la inflación (que consiste en el Estado imprimiendo más dinero) y las expropiaciones, con los monopolios amparados por la ley, por las regulaciones de cualquier tipo en cualquier sector, las barreras al comercio exterior, la conscripción y un montón de cosas más.

La teoría del contrato social se derrumba porque los individuos nacen inmersos en la sociedad dominada por algún sistema de gobierno y no pueden renunciar a ese contrato. Nunca se les da a elegir si quieren participar o no y no se puede desobedecer al gobierno si no es bajo riesgos de sufrir daños inflingidos por parte de ese mismo supuesto protector. Ludwig Von Mises planteaba una simple corrección al sistema, que consiste en la posibilidad de la secesión individual. Sólo con eso, con que cada uno pueda decir "no quiero recibir los servicios de este gobierno, tampoco pagaré impuestos ni me someteré a sus regulaciones", basta para que la libertad sea completa. Una teoría más profunda contempla la posibilidad de que cualquier grupo pueda hacerse su Estado sin territorio. No es nada raro, en la antigua Grecia muchos reyes tenían ejércitos pero no tenían territorios, y vivían del tributo y del pillaje. El mismo Alejandro Magno fue así en cierta medida. La antigua Irlanda funcionaba de ese modo, con microestados sin territorio y uno eligiendo a cuál sumarse y saliéndose cuando quería, y la legislación australiana actual permite esa posibilidad (no a propósito) y es lo que hace que cada tanto nazca una nueva micronación allá. Y Australia aún así sigue en pie.

Hay dos teorías acerca del surgimiento del Estado, que bien pueden ser complementarias. La primera es que un grupo de bandoleros (como los jinetes mongoles) asolaría una población y finalmente decidirían instalarse en el mismo pueblo para extorsionar a los habitantes en vez de saquearlos de tanto en tanto. La segunda es que en cada pueblo habría distintas personas con autoridad a los que se acudiría por su sabiduría o fuerza para pedir ayuda en la resolución de conflictos. Bastaría que uno de esos jueces decidiera declarar su monopolio sobre el arbitraje de los conflictos en la zona y que tuviera fuerza suficiente para hacer valer su declaración mediante la violencia para que surgiera un Estado.

Hay por lo menos 3 ejemplos históricos de sociedades al menos casi ancap que funcionaron muy bien: Irlanda (durante 1000 años hasta ser conquistada por Inglaterra), Islandia (toda la Edad Media hasta ser conquistada por Noruega) y el Oeste de Estados Unidos en el siglo 19. Al parecer el único problema de esas comunidades es que no se les dio por tener ejércitos lo bastante grandes para proteger su independencia. Personalmente me parece que bastaría con tener mercenarios para la defensa nacional. Cartago funcionó así durante mucho tiempo y se podría decir que sólo tuvo mala suerte. La mayoría de los teóricos ancap creen que las empresas aseguradoras sostendrían una fuerza de defensa nacional para proteger los intereses de sus clientes, porque no tendría gracia pagar las pólizas de seguro después de un bombardeo.

La noción de que está bien y que está mal deriva de las leyes naturales, aquellas que pueden descubrirse mediante la razón y sin educación. En primer lugar se tienen los tres derechos fundamentales, que son los únicos reales:

* Derecho a la vida - O sea, a existir y a perpetuar mi existencia dentro de mis posibilidades.
* Derecho a la libertad - A tomar mis propias decisiones y actuar en consecuencia.
* Derecho a la propiedad privada - A usar el producto de mi trabajo y los regalos que se me hagan de la forma que quiera.

Cosas como el derecho a la vivienda digna no son reales, porque un cavernícola podía construirse una choza o meterse en un hueco en una montaña, pero no le exigía a los demás que le construyeran una casa de tres dormitorios con todos los electrodomésticos. De haberlo hecho lo podríamos identificar como un tirano que explotaba a sus vecinos.

Entonces, es malo todo lo que vulnera los derechos fundamentales del individuo. Una persona debe pensar antes de actuar "¿acaso esto viola mis propios derechos fundamentales o los de otra persona?". Si la respuesta es afirmativa entonces es malo. Dentro de todas las cosas que no son malas, son buenas aquellas que me brindan placer o que me ayudarán a obtener placer en el futuro.

La definición me quedó medio grosera pero corta.

Hay dos problemas con esa definición: los niños y los criminales. Soluciones:

1) Los niños entregan sus derechos en custodia a sus padres hasta que son capaces de defenderlos por si mismos y de tomar decisiones informadas (lo hagan o no, basta la capacidad). Por eso un joven normal usualmente recupera sus derechos al conseguir un trabajo y emanciparse, mientras que otro con deficiencias mentales o una grave enfermedad quizás nunca recuperé sus derechos y deba depender de tutores.

2) Una persona que atenta contra los derechos de otra está renunciando en el acto a sus propios derechos al desconocer los del otro. Por eso, ante algo como un asalto o una agresión física, la víctima tiene incluso el derecho de matar a su agresor, y si se detiene antes de llegar a ese punto es por su naturaleza caritativa. La proporcionalidad de la respuesta tiene sentido únicamente a posteriori, no a priori, porque es imposible determinar hasta qué punto llegará el agresor en sus acciones. Es posible detenerse antes de causar un daño grave si se estima que se puede cambiar la relación costo - beneficio del agresor con unas palabras de desaliento, un golpe a un nervio o una fractura expuesta, que lo haga desistir, pero en situaciones como una pelea sin armas de 1 contra 4 o de 1 desarmado contra 1 armado, es razonable suponer que haya que ir más lejos. Una vez que el crimen haya ocurrido y se determina la culpabilidad, se puede llegar a un acuerdo entre ambas partes o a la decisión de un juez que establezca un acuerdo determinando una multa, una pena de trabajos forzados o algún otro resarcimiento.

Por ahí la voy terminando. Hay muchísimo material al respecto de esto. Si lees inglés podés visitar el Instituto Von Mises www.mises.org. Si tenés que limitarte al español la cosa está un poquito complicada pero se saca algo, por ejemplo esto:

http://www.hacer.org/pdf/zanotti.pdf

que es un librito introductorio de menos de 100 páginas.

martes, 22 de julio de 2008

¿Y si hacemos una serie animada?

Se ha hablado mucho sobre que lo mejor sería hacer una trilogía de La Rebelión de Atlas, pero hay una crítica muy cierta a eso y es que las tres partes del libro no son independientes: lo único que hacen es marcar las etapas del conflicto. Hacer una telenovela a esa escala sería carísimo. Estaríamos hablando de algo por arriba de los 200 millones de dólares por el gasto en escenarios y desplazamiento a locaciones.

¿Pero si se hace una serie animada? Algo sombrío y simple al estilo del Batman de Bruce Timm daría bien el pego, con un presupuesto que sería una pequeña fracción del rodaje con actores.

Digo, habiendo tantos japoneses haciendo series con ideas locas, ¿no habrá alguno por ahí con ganas de hacer una serie que pondrá a todos con los pelos de punta sin prácticamente mostrar sexo ni sangre? ¿O algún argentino de esos que están haciendo animaciones tan buenas para las empresas yanquis?

martes, 15 de julio de 2008

casting para Atlas Shrugged

Tiro algunas ideas para el casting de la película de Atlas Shrugged. Sin pensarla mucho, aunque algunos actores me suenan a idea luminosa.
  • John Galt - Owen Wilson (alguien más que personifique la alegría de vivir?)
  • Dagny Taggart - Thandie Newton
  • James Taggart - Dan Aykroyd
  • Hank Rearden - Rutger Hauer
  • Francisco D'Anconia - Christian Bale
  • Lillian Rearden - Kirsten Dunst
  • Cherryl Brooks - Scarlett Johansson
  • Hugh Akston - Anthony Hopkins (casi obvio)
  • Wesley Mouch - Charlie Sheen? :)
Sí, sé que Dagny y James Taggart serían de razas diferentes. Me parece que el que sean medios hermanos de diferentes matrimonios le daría una dimensión cuando menos original al conflicto entre ellos.

no es glamoroso, es triste

Ser ateo y libertario no es algo de lo que uno pueda jactarse. Más bien es algo que se sufre.

En estos días he pensado en hacer una bolita con mi conciencia y mandarla a volar de una patada, para luego perseguir una carrera política o un puesto como funcionario público. Pero no hay caso, por más que duela no puedo hacerlo.

En otros momentos de angustia he intentado meterme con los budistas, con los musulmanes, con los católicos y con los mormones. Así, si no me pueden ayudar sus dioses, al menos me darían una mano los fieles.

Y termino siempre igual, aceptando que no creo en Dios ninguno y que no podría resistir vivir en la mentira. Tampoco creo en el Estado.

Es durísimo pensar que nadie podrá intervenir para salvarte. Ni Dios ni el Estado son entes capaces de darte de comer, vestirte, sanarte, alegrarte, etc. Claro que alguien puede hacerse sacerdote y político para robarle a sus vecinos, pero eso resulta imposible para una persona moral.

Quizás algún día mi moral se me haga demasiado molesta y pueda deshacerme de ella. Mientras tanto sufro pensando que no puedo rezar esperando que mi suerte cambie, ni hacer manifestaciones exigiendo dinero como si fuera maná que va a caer del cielo.

Definitivamente, ser más inteligente no te hace ser más feliz.

miércoles, 9 de julio de 2008

aprendé artes marciales estés donde estés

Pasa a menudo que no se cuenta con un gimnasio donde aprender artes marciales en la ciudad donde se vive, o los profesores son farsantes, o el arte disponible no te gusta para nada, o tenés que pasar la mayor parte del año en una plataforma petrolera en el Mar del Norte. Para esos casos lo mejor es hacer un curso a distancia o simplemente comprar videos instructivos.

Para ahorrarte tiempo pongo algunas sugerencias:

Hapkido
http://www.worldhapkido.com/Online_Courses/online_courses.html

Karate Kempo (Ed Parker)
http://www.ltatum.com/products.html

Karate Uechi Ryu
http://www.alandollar.com/uechi/products/dvd-tr.html
http://www.kamikaze.com/securestore/c318910p16861862.2.html

Karate Shotokan
http://www.kamikaze.com/securestore/c268019p16454697.2.html

Ninjutsu
http://www.ninjutsu.com/home.shtml

Gracie Jiu Jitsu
http://www.jiu-jitsu.net/mastering_bjj_dvds.shtml

Kajukenbo
http://www.kajukenboinfo.com/kajukenbo_products.aspx

Recomiendo empezar con algo como Karate Shotokan o Karate Uechi Ryu hasta agarrarle la mano al asunto. Puesto que se basan en la práctica de katas es más fácil aprender en solitario. Más adelante, cuando ya se tengan nociones de artes marciales y se pueda conseguir un compañero para practicar, ya podrán ir a ejercicios de lucha (grappling)

viernes, 4 de julio de 2008

Ingrid Betancourt está demasiado saludable

¿No les parece así?
Supuestamente estaba medio muerta por una hepatitis B (que es casi lo mismo que el SIDA), mostraban fotos de ella toda demacrada Ahora queda libre y anda de pie, caminando, vivita y coleando.
Cuando me enteré de que había sido rescatada pensé que vería algunas imágenes de ella saliendo en camilla del helicóptero y quizás, con suerte, una declaración cortita de agradecimiento con la voz ahogada desde la cama del hospital, ¡pero se mando una conferencia de prensa como si nada! ¡Y ahora un viaje!

Estoy tan desconcertado que ni siquiera puedo aventurar hipótesis de qué fraude hay atrás. De ser un fraude de las FARC, ella no hubiera hecho esos comentarios sobre que las FARC asesinan a quienes fracasan. De ser un fraude del gobierno colombiano no se entiende porque las FARC no salieron a desmentir las acusaciones de tortura y trato inhumano y prefirieron dejarse ver como el malo de la película, negociando con la vida de una mujer enferma.

Me parece que si se escarba en esto se va a encontrar un fraude más grande que aquel de Rigoberta Menchú, pero muchísimo menos obvio. Realmente no tengo idea de donde podría terminar saltando la mierda que hay encerrada en este asunto.

Urgente por ahí un reportero investigador y un guionista de cine.

viernes, 20 de junio de 2008

entrenarse para defenderse

Tania fue muy insistente preguntando cómo puede hacer un ciudadano común para matar a un jefe mafioso, no lo veía muy realista.

Normalmente esa clase de asesinato es muy difícil de realizar, si se quiere volver vivo a casa. Por lo que he investigado sobre asesinos profesionales, la mejor forma de hacerlo es meterse en el Ejército (no Marina ni Aviación), ser un soldado ejemplar, meterse en Fuerzas Especiales, mantener la boca cerrada. Tarde o temprano comenzarán a enviarte a misiones de ejecución y en algún momento pueden empezar a ofrecerte encargos privados.

Claro, todo eso representa 20 años de vida.

Algo más cercano y accesible es seguir un entrenamiento mínimo con un contratista privado. Ya debería ser suficiente para que un disparo tuyo valga por diez de ellos. Un matón aficionado no sabe siquiera cómo pararse para mantener el arma equilibrada en el disparo.

Entonces mi propuesta de entrenamiento es:
  1. Un arte marcial medianamente completo, que cubra tanto golpes como llaves y armas de oportunidad. Mis sugerencias son: jiujitsu alemán, savate defense, karate wado ryu, hapkido, kajukenbo y sipalkido; pero también vale cualquiera que se tenga a mano. Es importante estudiar artes marciales para poder defenderse ante un asalto o un intento de agresión (violación, homicidio, etc) pero en general la idea es aprender a desplazarse y acostumbrarse a la idea de hacer daño a otra persona. De lo contrario es muy probable que a la primera que se lastime a un criminal, el ciudadano quede paralizado por la impresión. En tres años ya se es lo bastante bueno como para defenderse contra tres o cuatro personas sin entrenamiento en una lucha sin armas o con armas de oportunidad (palos, cadenas, cuchillos, piedras).
  2. Conducción. Moverse por una zona peligrosa a pie o en ómnibus es buscarse problemas innecesariamente. Incluso una moto brinda velocidad y flexibilidad suficientes como para escapar. Con seis meses de entrenamiento ya se debería andar muy bien.
  3. Manejo de armas de fuego. No basta con tener un arma, hay que saber usarla. Y para eso la única opción viable es ir a un club de tiro y entrenar con instructores que realmente sepan lo que hacen. El último recurso sería contratar a un militar o un policía que te de clases en un lugar apartado donde no llamen la atención (campo, bosques, desierto). No lleva más de un par de meses.
  4. Supervivencia. No es estrictamente necesario, pero siempre conviene saber desaparecer, y no hay mejor forma de hacerlo que meterse en una zona inhóspita. Además permite obtener cierto grado de independencia con respecto a la civilización, lo que siempre viene bien.
Pueden buscar otros cursos en internet. Es bastante común que las Fuerzas Armadas tengan algún curso disponible para civiles y en el último de los casos se puede averiguar con ex-miembros de Fuerzas Especiales, lo que tiene la ventaja de que alguien así puede dar también el entrenamiento en armas de fuego y en artes marciales.

Todo el programa de entrenamiento que propongo lleva unos tres años (porque se solapan las actividades) y aún deja tiempo para trabajar y tener una familia.

Una opción de posgrado es hacer cursos con mercenarios (no son tan feos como los pintan) que generalmente ofrecen cursos para profesionales que deben ir a trabajar en zonas con alto peligro de secuestros. La más importante de estas empresas es Blackwater Worldwide, que son quienes protegen y entrenan a los ejecutivos que trabajan en las petroleras iraquíes.

http://www.bwtrainingcenter.com/moyock/MYK_courses.html
Son cursos muy básicos, orientados a defenderse de terroristas.

Lo siento, no tengo conocimiento de que alguna empresa hispanoamericana tenga cursos así. Sé que las FFAA cubanas entrenan guerrilleros, pero ahora que están pegando el volantazo a una economía de mercado no sé si lo seguirán haciendo. Además, seguro que uno tendría que soportar toda la doctrina marxista sólo para poder disparar un rifle, lo que no me convence.

domingo, 15 de junio de 2008

la pena de muerte

¿Cuándo se debe aplicar la pena de muerte? Cuando la persona sigue siendo un peligro para los demás aún estando en prisión. No es el caso de los abusadores de menores o asesinos. Una vez que fueron condenados a cadena perpetua quedan encerrados y son controlados por los propios presos.

¿Pero qué pasa con los grandes líderes terroristas y mafiosos? ¿Puede una cárcel detener a un Pablo Escobar, a un Al Capone, a Osama Bin Laden o a Kim Jong Il?

Los grandes criminales seguirán operando desde la cárcel, aún puestos en confinamiento solitario. Basta que uno entre los 500 guardias sea corruptible para que el delincuente pueda seguir en contacto con el exterior para mantener en funcionamiento su red criminal. Entonces hay que matarlo, porque aún preso es un enorme peligro ACTIVO.

¿Pero debe hacerlo el gobierno? Continúo con mi postura de que el gobierno no debe hacer nada. Son las víctimas quienes deben ajusticiarlo. Esa es la verdadera ley natural.

¿ETA te amenaza de muerte? Ve y mata a un líder de ETA, así al menos te llevarás a alguien contigo y reducirás el peligro para tu familia y tus amigos. Si cada víctima decidiera pararse y defenderse las redes criminales y terroristas durarían bien poco.

Hace ya mucho tiempo, el poderoso empresario brasilero Antonio Ermirio de Moraes se enteró de que alguien planeaba secuestrarlo, y le informaron quién era esa persona. Él fue solo, sin escolta, a encontrarse con este delincuente, le apuntó con un revólver y le dijo "Si algo me pasa a mí o a alguien de mi familia, estás muerto". El secuestro se canceló.

Eso es lo que deben hacer los ciudadanos, tomar el control de la justicia, matando a aquellos que amenazan sus vidas, libertades y propiedades permanentemente y aún desde la cárcel. En el mundo occidental los delincuentes y terroristas están demasiado tranquilos: la ley los protege.

En Brasil comenzó a hacerse hace algún tiempo y dio excelentes resultados. Las milicias civiles están expulsando a los criminales de las favelas. La acción privada resultó mucho más efectiva que cualquier acción policial del gobierno.

Entonces la respuesta es:

Sí a la pena de muerte. Pero para los líderes criminales y a manos de sus víctimas, diga lo que diga el gobierno.