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sábado, 11 de septiembre de 2010

si todos fueran exitosos

Algunas veces la gente me ha preguntado, con sarcasmo, acerca de lo que sucedería si todos aplicaran los métodos descritos en determinado libro de management o de auto-ayuda. Como si fuera estúpido, inmediatamente aclaran que si ese libro fuera "verdad", entonces todos los que lo leyeron serían millonarios, más gente lo leería y finalmente alcanzaríamos un nivel en el que la riqueza no tiene sentido, por lo que entonces ya no se los podría considerar exitosos.

Reconozco que hay muchísima basura en el campo de la "filosofía práctica" (ética), pero me sorprende de la respuesta que estén tan desorientados acerca de la naturaleza del éxito. La idea que tienen de éxito es la de estar satisfecho con uno mismo, pero consideran que la única forma de satisfacción personal posible es la obtenida al marcar una superioridad social. Asocian el éxito con tener más dinero o más poder político. ¿Pero siquiera se molestan en examinar la palabra "éxito"? Tener éxito es alcanzar las metas propuestas por uno mismo. Puede ser deportista, sacerdote o adicto al sexo; la actividad es irrelevante. En un sentido general, ser exitoso es ser capaz de lograr de manera consistente las cosas que uno se propone. Podrá llevar más o menos tiempo, pero siempre es posible.

Vivimos en una sociedad relativamente próspera, comparada con la de hace tres siglos. Las diferencias en los atributos externos del estatus social se han reducido increíblemente. Casi no hay diferencias entre la casa de un millonario y la de un obrero. Hace sólo 100 años el rico vivía en un palacete de mármol mientras el pobre dormía sobre la tierra. ¿Acaso han perdido importancia las diferencias? En realidad cada vez se les da más importancia justamente por esa reducción en las brechas. ¿Cuál es el problema entonces? ¿Por qué es tan difícil que las personas se sientan satisfechas? Porque siguen centrándose en esos atributos externos de estatus en vez de centrarse en si mismos. No se consideran capaces (y muchas veces no lo son) de alcanzar el éxito de forma consistente. Cada nuevo éxito les trae mayores temores de perderlo todo. Carecen de confianza en su capacidad para reconstruirse cada vez que sea necesario.

Esto se origina por dos problemas:

1) Realmente no tienen las herramientas para reconstruirse.
2) Son incapaces de disfrutar el éxito.

El primer problema ocurre porque la enorme mayoría de las personas da poca o ninguna importancia a su perfeccionamiento permanente. Las mismas habilidades que se usan para ser cada día mejor son las que deben usarse para reconstruirse tras sufrir una adversidad. La mayoría anhela una vida en la que todo sea dado y no deban esforzarse por ser mejores. Reniegan de los concursos profesionales y del libre mercado. Aunque las condiciones fueran un poco peores, preferirían una vida cristalizada para toda la eternidad.

El segundo problema ocurre porque se le inculca a cada individuo desde niño que está mal sentir placer en el éxito propio. El atleta victorioso debe bajar la cabeza y hasta ocultar su alegría. El nuevo rico debe ser frugal y donar tanto como pueda de su fortuna. El artista debe prestarse como imagen y voz para cualquier "causa noble". En ese ambiente, donde la recompensa natural (la descarga de endorfinas) por la acción bien realizada se reprime una y otra vez, evidentemente la misma sensación de éxito se atrofia. La persona es incapaz de sentir satisfacción por su propia potencia al enfrentar la realidad. Lo único que le queda entonces es la posesión de los símbolos de estatus para arañar un remedio de la verdadera sensación.

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Probablemente la mayoría de los manuales para alcanzar el éxito no son más que basura basada en opiniones infundadas, con tan pocos nutrientes como la gelatina dietética, pero deben ser rechazados basándose en su calidad técnica y no en el miedo a una sociedad futura llena de individuos pujantes y satisfechos.

sábado, 4 de septiembre de 2010

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